lunes, 18 de marzo de 2013

Una pequeña anécdota de mi vida.


Al principio del curso nuestros compañeros de 1º Bach. B hicieron una actividad en clase de filosofía que parecía tener muy buena pinta. Al menos a mí me llamo mucho la atención y me gustaría haberla hecho en nuestra clase. La actividad consistía en salir a la tarima a contar a tus compañeros una anécdota de tu vida que te haya marcado mucho, que haya sido muy graciosa o que sea digna de compartir. No voy a quedarme sin hacerla: aprovecharé la oportunidad que me brinda el blog. Lo que quiero compartir es lo siguiente:


Yo no puedo tomar Coca Cola. Tanto Coca Cola como Nestea, café o té porque tienen cafeína o teína y cuando era pequeño el médico me lo prohibió. El motivo es que hace cuatro años tuve un cambio muy trágico en mi vida: me empezaron a dar taquicardias. Para quien no lo sepa, una taquicardia es que el corazón se te acelera y se pone a palpitar a un ritmo desmesuradamente rápido durante un espacio de tiempo variable que en mi caso duraba de unos 3 a 5 minutos aproximadamente.

Todo empezó una tarde de verano después de comer en casa de mis abuelos y mientras jugaba con mis hermanos al baloncesto de una forma un tanto alocada. Ahí fue cuando tuve por primera vez una taquicardia. El corazón me empezó a botar en mi interior con tal impetud que veía que no me cabía en mi propio pecho. Sentí que el mundo se me venía encima y pensé que me me iba a morir. Una gran sensación de miedo me abordó el cuerpo porque mi corazón, que se había disparado, no dejaba de llevar ese ritmo tan intenso y endiablado. Al final se pasaron esos tres o cuatro minutos angustiosos y volví a mi estado normal... pero de normal ya no tenía nada en mí: con tan solo 13 años me planteé la posibilidad de la muerte. Todavía puedo recordar perfectamente ese momento porque desgraciadamente no se me borrará jamás de la memoria.

Desde entonces tuve 2 ó 3 taquicardias cada mes, y cada una era una nueva lucha por seguir vivo o muerto (al menos esa era mi sensación). En cada una notaba la fuerza con que tiraba mi corazón sobre sí mismo y sentía que me llegaría el momento en que no pudiese aguantar un esfuerzo tan duro. Fui al médico y me dijeron que los motivos de las taquicardias no se sabían con absoluta certeza. Me advirtieron que no bebiese bebidas que excitasen y que una causa de las taquicardias podría ser el crecimiento. Gracias a Dios acertaron, porque ahora mismo no tengo ningún problema. Pero durante ese periodo de mi vida viví con mucho miedo a la muerte. Cada latido de mi corazón lo observaba con mucho cuidado. Me di cuenta de lo afortunados que somos, porque para mi cada nuevo latir del corazón pasó a ser como algo milagroso, algo que se merece celebrar y festejar, algo de lo que nos podemos sentir muy afortunados.

Ese es el trozo de mi intimidad que he querido compartir con vosotros. Si se ha de sacar una conclusión de esta entrada, no quiero que sea pensar "pobrecito Luis" sino aprender valorar lo que tenemos y sentirse muy afortunado por la vida que tenemos.

Luis S. I.

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